Cuando usamos el término “harina”, de pronto pensamos en aquel polvo blanco encontrado en la cocinas de muchas residencias y muy utilizado en el preparo de masas, como pastas y pasteles. Por eso, es habitual establecer una relación directa entre el término “harina” como una fuente de carbohidratos. ¿Pero será esa la definición correcta?
En la industria de alimentos para mascotas es frecuente el uso de las “harinas de vísceras” en la producción de alimentos comerciales secos (alimentos para perros y gatos), en los cuales, muchas veces, esas harinas son el principal ingrediente. El uso de harina de vísceras confunden los consumidores que, al leer las informaciones del envase, buscando por alguna fuente de proteína más clásica, como carne mecánicamente repartida, al encontrar el término harina asumen que la comida es de poca calidad, es decir, rica en carbohidratos y pobre en proteínas.
Sin embargo, eso no está de acuerdo con la realidad, pues el término harina es utilizado para definir el producto resultante de la cocción, prensado y molienda de algunos ingredientes.
En los alimentos comerciales para perros y gatos, las harinas más utilizadas son las de vísceras, como corazón, intestino, estómago e hígado; de aves o de suinos. Esos componentes son subproductos de la matanza de esos animales, contrariando el sentido común, esa harina posee alto nivel proteico, que puede variar de 46% a 57%, según un estudio publicado por la Revista Brasileña de Zootecnia. La harina de vísceras suple la necesidad de todos los aminoácidos esenciales y tiene alta digestibilidad, permitiendo un buen aprovechamiento por el animal que la consume, además de ser un producto de bajo costo.
De ese modo, podemos concluir que la harina de vísceras es totalmente diferentes de la harina utilizada en la culinária humana, y su inclusión en un alimento comercial no es prejudicial o impropio, al revés, consiste en un ingrediente adecuado, seguro y saludable para atender las necesidades de nuestros compañeros caninos y felinos.